Se cree que Ariel está compuesta por una mezcla equilibrada de rocas y hielos. Tiene un núcleo rocoso rodeado por un manto de hielo. Su superficie es una compleja extensión de terrenos craterizados, cortados por escarpes, cañones y crestas.
Los satélites de Urano orbitan el planeta de tal manera que rara vez proyectan sombras sobre su superficie, pero la luna helada de Ariel sí ha proyectado su sombra sobre su planeta-padre, del mismo modo que yo intento proyectar una marca de mi existencia sobre mis padres. El 31 de agosto del 2006, el Hubble Space Telescope registró una alineación astronómica en que Ariel atravesaba −con su sombra como acompañante− el rostro nublado de Urano. Esto, según la NASA se puede considerar un eclipse solar (donde la luna bloquea brevemente al Sol mientras recorre el planeta entorno al que gira). El 28 de noviembre de 2018 yo comencé una terapia de reemplazo hormonal que, de alguna manera, marcó el inicio de mi tránsito.
¿La sombra de Ariel?
"Hace poco, conversando con un psicólogo que se especializa en acompañar a adolescentes durante su tránsito de género, discutíamos el uso de la palabra “duelo”, que a veces se usa para nombrar el proceso que viven los padres de niñas y niños que cambian de sexo. A mí me parecía que quienes dicen que “pierden a sus hijos” o “se les muere alguien” se equivocan y exageran. Pero este especialista, bondadoso e inteligente, me hizo reparar en que —en español— un duelo también es un enfrentamiento, un combate que supone un desafío y, desde esa perspectiva, se podía pensar que las madres y padres que vivían un duelo con el tránsito de sus hijas e hijos debían enfrentarse a una verdad. Poner la realidad delante de sus expectativas y enfrentar sus miedos.
— Del prólogo de Las olas son las mismas (Los Libros de la Mujer Rota, 2021)