Se cree que Ariel está compuesta por una mezcla equilibrada de rocas y hielos. Tiene un núcleo rocoso rodeado por un manto de hielo. Su superficie es una compleja extensión de terrenos craterizados, cortados por escarpes, cañones y crestas.

Ariel Florencia Richards

Pero todas estas son suposiciones. Lo cierto es que Ariel es un misterio, nadie ha puesto un pie ahí jamás. Ariel es la cuarta luna más grande de Urano* y su satélite más brillante. Lo que se conoce es apenas un 35% de su superficie que fue avistada por la sonda espacial Voyager 2 en 1986, año en que ese objeto volador −que se dirigía a Saturno− sintió un impulso gravitacional hacia Urano y Neptuno. Mientras el Voyager 2 descubría diez lunas alrededor de Urano (que antes eran completamente desconocidas) yo empezaba a descubrir −con dificultad− quién era y, en terapia, se me diagnosticaba un cuadro de angustia.

Tenía 6 años de edad. El Voyager 2 estudió la atmósfera del planeta Urano, su inclinación (97,77º) e investigó su sistema de anillos. Yo, en cambio, me di cuenta que si exponía rasgos de mi identidad, iba a causarles dolor a las personas que más quería y empecé a ocultar quién soy.

Los satélites de Urano orbitan el planeta de tal manera que rara vez proyectan sombras sobre su superficie, pero la luna helada de Ariel sí ha proyectado su sombra sobre su planeta-padre, del mismo modo que yo intento proyectar una marca de mi existencia sobre mis padres. El 31 de agosto del 2006, el Hubble Space Telescope registró una alineación astronómica en que Ariel atravesaba −con su sombra como acompañante− el rostro nublado de Urano. Esto, según la NASA se puede considerar un eclipse solar (donde la luna bloquea brevemente al Sol mientras recorre el planeta entorno al que gira). El 28 de noviembre de 2018 yo comencé una terapia de reemplazo hormonal que, de alguna manera, marcó el inicio de mi tránsito.

¿La sombra de Ariel?

"Hace poco, conversando con un psicólogo que se especializa en acompañar a adolescentes durante su tránsito de género, discutíamos el uso de la palabra “duelo”, que a veces se usa para nombrar el proceso que viven los padres de niñas y niños que cambian de sexo. A mí me parecía que quienes dicen que “pierden a sus hijos” o “se les muere alguien” se equivocan y exageran. Pero este especialista, bondadoso e inteligente, me hizo reparar en que —en español— un duelo también es un enfrentamiento, un combate que supone un desafío y, desde esa perspectiva, se podía pensar que las madres y padres que vivían un duelo con el tránsito de sus hijas e hijos debían enfrentarse a una verdad. Poner la realidad delante de sus expectativas y enfrentar sus miedos.

— Del prólogo de Las olas son las mismas (Los Libros de la Mujer Rota, 2021)